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sábado, 16 de enero de 2016

Estábamos los dos acostados cuando te dije que sí. Fue todo repentino, espontáneo e inesperado. Una sonrisa selló todo y eso nos bastó para llenar el silencio en el que nos encontrábamos inmersos. Debo admitir que no estaba lista, creo que nunca se lo está, pero funcionó tan bien en el inicio que no lo vi venir, no te vi cambiar. 
Aún no comprendo completamente si las personas cambian o es que nuestra forma de ver cambia pero si entiendo algo, las experiencias te enseñan a soportar y a superar. Y así como lloramos, reímos mucho más; hacemos de un corto tiempo una infinidad de posibilidades. Probablemente todo consiste en lapsos de felicidad con intervalos de tristeza, para así apreciar una sencilla sonrisa o esas lágrimas que nos descubren una sensibilidad no habitual. 
Entonces no insisti ni lloré más, simplemente acepte que nosotros no íbamos a ser mas que una pequeña parte de nuestras vidas, otra historia de tantas. Que fuimos lo que teniamos que ser en ese instante. Fugaz o no, fuimos...

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